jueves, 25 de abril de 2013

Carta abierta al Anfiteatro

Anfiteatro, te hablo a vos, pedazo de piedra revuelta, hormigón armado, cacho de historia. Sabés, hace un año te conocí, o hace un año nos conocimos para ser más preciso. La verdad es que nunca te había prestado atención, aunque un par de veces se que nos cruzamos sin mirarnos pero sintiendo la presencia mutua. La cosa es que pensé mucho en vos estos días, no porque yo sea un tipo que ande con la agenda en la mano analizando las fechas y demás conmemoraciones. Lo que pasó es que algunas personas me recordaron que, como te decía, hace un año nos conocimos. En realidad ellos no saben que antes no nos conocíamos, igual eso no importa. Yo si me acuerdo que Emanuel me insistía en ir a destaparte, a descubrirte, a conocerte. Imaginate que no tenía mucho entusiasmo porque realmente no sabía lo que eras y por ahí también te prejuzgué. Un pedazo de piedra revuelta! Lo cierto es que me acerqué para ver qué onda y para joder un poco a Quiroga, eso si me motivaba. Hacer cualquier cosa en contra de un gobierno siempre nutre mi sangre, no podría negártelo ahora que nos conocemos hace ya casi un año. Cuando llegué al Parque Central no tenía idea dónde carajo estabas y me fui para el otro lado de las vías, ahí donde están los asquerosos arcos quirogueanos. Estuve un rato ahí esperando ver alguna cara conocida... y nada che. Así que me fui a caminar un poco hasta que te encontré, o mejor dicho encontré una olla gigante llena de tierra. Habrían unas quince personas más o menos. Entre ellos estaba Emanuel, quien me había convocado. De movida me pareció imposible sacar toda la tierra como para poder intimar con vos, y se lo dije a Ema. Pero que se yo, empezó a llegar más gente y comenzamos a enterrar las palas, los baldes, las manos. Era medio raro ver lo que ahí se estaba gestando, medio que empezabas a gustarme vos, tan pedazo de piedra revuelta tapada a la fuerza. De repente llegaron unos tambores, una Cosa e negros que tocaba sin parar y te hacía sentir un africano bailando al ritmo de las paladas. Así pasamos la tarde, meta y ponga, intentando revivirte. Tal fue nuestra entrega que llegaste a parir un Gato Negro vivo casi asesinado por unos perros que luego resultarían nuestros guardianes, y los tuyos, claro. El Sol comenzó con su juego de escondidas y alguno dijo carpas y yo dije voy por la mía que está en la otra punta de la ciudad y de paso me pego un baño y me traigo la guitarra. Cuando volví no lo podía creer, había más gente, vos estabas volviendo a respirar con un fogón en tu vientre, rodeado de tus amantes. Ya sabrás la cantidad de amor que generaste me imagino. Mirá, el flechazo fue tan grande que me quedé tres días seguidos ahí con vos, hasta que tuve que volver a mi casa porque tenía que laburar. Pero no podía dejar de pensarte mientras trabajaba, hasta que a las seis de la tarde salía corriendo para ir a verte y tocarte, más no fuera con una pala. Así todos los días durante tres semanas. Volvía a casa contento y triste a la vez, yo quería dormir con vos, dormir en vos mejor dicho. El cansancio medio que se evaporó o quedó guardado en una cajonera que tengo para guardar la ropa, pero que está siempre vacía. Yo te hablo a vos, cacho de historia, te hablo a vos sabiendo que no pecás de egocentrista y que no te molesta que un poco de todo esto también sea para tanta gente que ahí estuvo, a tu lado, a mi lado. Es que vos nos cobijaste, nos agrupaste con un fin hermoso que fue el de darte vida y a su vez vos nos la diste a nosotros. No se si me entendés bien lo que te quiero decir, porque a veces te extraño un poco che y por ahí me voy de mambo viste. Mirá, creo que el domingo voy a ir a darte un besito, tal vez en una de esas hasta nos tomemos un helado o bailemos un poco. Eso, bailemos! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario