Hace unos minutos estaba tratando de tocar algo con mi guitarra de lo que anoche pude escuchar en el Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén. De más está decir que me resultó imposible, y no por mi falta de memoria, que guardó un recuerdo de piel de gallina. Más bien diría que son los dedos quienes no responden a la tarea de moverse con la precisión adecuada para poner infinidad de notas musicales en períodos de tiempo tan escuetos. Si apenas puedo tocar un blues de dos acordes che! Raúl Carnota podrá ser un músico de primera línea, si así se lo quiere denominar, pero ante todo debe ser un Gran Hombre (a no confundir con esas absurdas teorías de la creación del estado por favor).
Cerca de las siete de la tarde, hecha noche, me acerqué al MNBA para ver el espectáculo que no tenía costo para los espectadores. Por orden de llegada se fue armando una larga cola de personas interesadas en ingresar a la sala que tiene una acústica excepcional y que para las ocho ya estaba llena. La última persona en ingresar fue Carnota. Se subió al escenario, termino de ultimar los detalles de afinación del instrumento que llamamos guitarra y comenzó a darse. Porque el tipo se muestra, abriendo el pecho para sacar el alma a pesar de que su voz estaba deteriorada vaya a saber uno por qué cosa. Y cantó mientras rasgaba las cuerdas o punteaba melodías, a esa altura ya no sabría decir si la guitarra lo acompañaba a él o él a ella. De Carnota no he investigado nada, su vida, biografía, de dónde viene ni a dónde va, solo se sentir lo que transmite con su música y puedo asegurar que me mueve el espíritu cuando se expresa de ese modo. De hecho, hace relativamente poco que tuve el gusto de escucharlo por primera vez cuando alguien me presentó Gatito e’ las Penas, esa maravilla que imagino vive en cada ser humano, porque “cuando la pena entra no hay quien la pueda”. El espectáculo se iba cuando Don Raúl dijo que tocaba las tres últimas piezas unidas por la raíz negra que las hizo nacer, milongón y candombe indicó. Canciones que hablan de crisis política y económica, aunque yo prefiero creer que hablan del dolor humano. Mencionó el año 2001 (el ya tan trillado y extrapolado), aportando que ahora la crisis se había ido de viaje a Europa, algo que no tomó muy bien una pareja de españoles que habían estado detrás de mí en la cola que se hizo para ingresar y que se encontraban sentados en la primera fila para “ver la música”. Cuan susceptibles son algunos seres. Pasaron los tres en uno del final cuando la pena estaba comenzando a entrar en mí, pues yo esperaba el Gatito que no había hecho su aparición en escena. Pero la vida te da sorpresas y los músicos regalan bises, entonces reconocí esos sonidos de aquella vez en que había conocido al Gran Hombre y mientras él decía “cuando la pena entra” mi pena comenzaba a salir. Algunos podrán mencionar los pifies de ciertas pulsaciones en la mano izquierda, ¿acaso la vida no está plagada de aciertos y errores? ¿Por qué esperamos que la perfección esté en el otro, en el afuera? Otros podrán cuestionar la ideología de Carnota al “transar” con YPF para venir a tocar. Me pregunto de qué vivirá esa gente. Yo solo he disfrutado de ese tiempo compartido con los sonidos del sensible y apasionado viejo de pelos largos que se sienta en el suelo para estar sentado sobre el mundo. Termino de escribir estas palabras para volver a tocar la guitarra que sonará penosa, como un blues de dos notas.