jueves, 8 de septiembre de 2011

Con la lengua, afuera!


Algunos dicen que el boxeo no es un deporte, que es una salvajada irracional donde dos tipos se matan a golpes por obtener una victoria o hasta un cinturón de campeón. Yo digo que sí es un deporte, violento.  A veces imagino que muchos de los problemas que nos ocurren podrían solucionarse arriba de un cuadrilátero con los guantes bien calzados y un árbitro que maneje un poco la cosa. Pienso en ir a pedir un aumento al jefe proponiéndole resolverlo en doce asaltos, tal vez nadie querría ser jefe en ese caso, menuda solución entonces! Claro, muchos podrán intervenir alegando que es mejor hablar las cosas para remediar cualquier altercado, que hablando la gente se entiende. ¿A quiénes nos referimos cuando decimos La gente? Porque uno pude comprender que a las ocho en punto en Av. Rivadavia y Callao nos encontramos, eso se puede hablar, coordinar y hasta efectivizar. Pero cuando le decís a alguien que no, que está equivocado por tal o cual cosa referida a la política, religión o partido de fútbol y ese otro alguien cree lo mismo de uno, que no deja de batallar con la lengua para tener razón, la verdad es que nadie tiene razón y para pelear y quedar con la lengua afuera y terminar cayendo en la violencia irracional…bueno para eso no estaba el boxeo? 

martes, 6 de septiembre de 2011

El trago de Dios


Hay un cactus en el desierto, una lagartija y hasta un puma tal vez. Piedras, arena y viento. Apenas una sombra, un reparo o escondrijo. Casi sin agua, la existencia. Hay un bosque lleno de especies, animales, vegetales y tanta lluvia. Si, todavía hay un bosque, incluso una selva. Montañas, volcanes que escupen lava o simplemente cenizas. Lagos, ríos, mares, moradas de peces y barcos, flotantes hogares humanos. Ciudades edificadas con cemento y hierro. Casas erigidas sobre huesos de dinosaurios con techos que dan la cara al cielo, soleado, estrellado, fugaz. Crías siguiendo pasos de los más grandes, adultos perdidos en laberintos. Instinto, cultura, fenómenos paranormales. Naves espaciales, caracoles, bicicletas, caballos cimarrones y de los otros, personas domesticadas, zoológicos, oficinas. Palabras, ladridos, gritos y gemidos, miradas, silencios, lagrimas, agitaciones de cola. Hay un planeta tierra, agua, aire y fuego, que gira sobre su propio eje, sin detenerse ni un solo segundo, a veces me mareo y al sentarme pienso que nos está mezclando.  

lunes, 5 de septiembre de 2011

El sueño del caracol


Si yo tuviera que resumir los días de mí vida en unas pocas palabras diría algo así como…Un gran amante de la siesta y el mundo de los sueños, que me revive del estado mortuorio en el que supuestamente estoy despierto. Dormido, cada vez menos, unos pocos segundos menos por día, hasta llegar a viejo y dormir tres horas por día para abandonar todo tipo de sueño y entregarme a la muerte. El bebé que una vez fui dormía todo el día, soñaba con tetas, con un mundo en las encías, saboreado como helado de dulce de leche por aquella pequeña lengua investigadora. Luego de tanto no, basta, el dedo en la boca no, no chupes ese televisor que te hace mal (cuando debería ser: no mires ese televisor que te vuelve idiota), luego de todo eso, de andar babeando cosas y seres, comiendo colillas de cigarrillos, abandonando cualquier chupete, teta o mamadera, incorporando el lenguaje tan metafórico de esto es como aquello pero ni tanto, luego de abandonar sin siquiera notarlo todo lo que había logrado descubrir a fuerza de exponer mi lengua a los sabores de la vida, luego de tanto, yo me quedo preguntando eternos porqués. Ahora, que me resulta imposible salir a la calle y chuparle la pera a la chica de la panadería o al colectivero. Ahora, que debo manejar ciertos códigos de convivencia social en donde nadie siquiera chupa mi pera rasposa. Los porqués no tienen sabor, no tienen respuestas, no se descubre el mundo preguntando, tan solo resultan cruces de palabras que son como aquello que queremos decir, pero ni tanto. Es entonces cuando caigo rendido por estas palizas que me dejan grogui, casi dormido, buscando un lugar para echar mi cuerpo que encontrará el mundo de los sueños. Y ya dormido arrojaré baba por mi boca, y ya despierto no podré recordar ni el gusto de eso que estaba saboreando. Una vez más preguntaré por qué.