martes, 6 de septiembre de 2011

El trago de Dios


Hay un cactus en el desierto, una lagartija y hasta un puma tal vez. Piedras, arena y viento. Apenas una sombra, un reparo o escondrijo. Casi sin agua, la existencia. Hay un bosque lleno de especies, animales, vegetales y tanta lluvia. Si, todavía hay un bosque, incluso una selva. Montañas, volcanes que escupen lava o simplemente cenizas. Lagos, ríos, mares, moradas de peces y barcos, flotantes hogares humanos. Ciudades edificadas con cemento y hierro. Casas erigidas sobre huesos de dinosaurios con techos que dan la cara al cielo, soleado, estrellado, fugaz. Crías siguiendo pasos de los más grandes, adultos perdidos en laberintos. Instinto, cultura, fenómenos paranormales. Naves espaciales, caracoles, bicicletas, caballos cimarrones y de los otros, personas domesticadas, zoológicos, oficinas. Palabras, ladridos, gritos y gemidos, miradas, silencios, lagrimas, agitaciones de cola. Hay un planeta tierra, agua, aire y fuego, que gira sobre su propio eje, sin detenerse ni un solo segundo, a veces me mareo y al sentarme pienso que nos está mezclando.  

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