lunes, 5 de septiembre de 2011

El sueño del caracol


Si yo tuviera que resumir los días de mí vida en unas pocas palabras diría algo así como…Un gran amante de la siesta y el mundo de los sueños, que me revive del estado mortuorio en el que supuestamente estoy despierto. Dormido, cada vez menos, unos pocos segundos menos por día, hasta llegar a viejo y dormir tres horas por día para abandonar todo tipo de sueño y entregarme a la muerte. El bebé que una vez fui dormía todo el día, soñaba con tetas, con un mundo en las encías, saboreado como helado de dulce de leche por aquella pequeña lengua investigadora. Luego de tanto no, basta, el dedo en la boca no, no chupes ese televisor que te hace mal (cuando debería ser: no mires ese televisor que te vuelve idiota), luego de todo eso, de andar babeando cosas y seres, comiendo colillas de cigarrillos, abandonando cualquier chupete, teta o mamadera, incorporando el lenguaje tan metafórico de esto es como aquello pero ni tanto, luego de abandonar sin siquiera notarlo todo lo que había logrado descubrir a fuerza de exponer mi lengua a los sabores de la vida, luego de tanto, yo me quedo preguntando eternos porqués. Ahora, que me resulta imposible salir a la calle y chuparle la pera a la chica de la panadería o al colectivero. Ahora, que debo manejar ciertos códigos de convivencia social en donde nadie siquiera chupa mi pera rasposa. Los porqués no tienen sabor, no tienen respuestas, no se descubre el mundo preguntando, tan solo resultan cruces de palabras que son como aquello que queremos decir, pero ni tanto. Es entonces cuando caigo rendido por estas palizas que me dejan grogui, casi dormido, buscando un lugar para echar mi cuerpo que encontrará el mundo de los sueños. Y ya dormido arrojaré baba por mi boca, y ya despierto no podré recordar ni el gusto de eso que estaba saboreando. Una vez más preguntaré por qué.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario