miércoles, 25 de enero de 2012

El sonido de los muertos

“El tiempo que no vivo es el tiempo que me mata”. Eso me había dicho Rodolfo aquella noche en la que nos embriagamos entre mares de vino tinto. No he podido sacar esa frase de mi cabeza, todo el día la repito. Es como si quisiera dejarla estampada en mi mente, una fijación. Se había embalado y largo todo su discurso con la lengua libre de remordimientos, yo me dedicaba a escuchar e intentar grabar cada palabra mientras seguía bebiendo. “Gente muerta que deambula a diario por las grandes ciudades. Protegidos de las hormigas, acosados por cucarachas, asfixiados de cemento, siempre desde atrás de un vidrio sobre cuatro ruedas, aire acondicionado o calefacción. Protegidos de si mismos, enrejados hasta la ortodoncia, atemorizados por un mañana que nunca llegará, matando el tiempo, muriendo vivos. Venga un plasma, el más grande que exista por favor! Así van, intentando llenar todo su dolor de existencia con algo que pueda superarlos en complejidad, no importa que sea descartable, solo quieren verlo funcionar unos minutos y sentirse espejo de la creación. Luego vuelven a su cama y babean como cualquier animal, anhelando que un sueño les revele la forma de vivir.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario