viernes, 10 de febrero de 2012

La sonrisa más triste

Con un simple mensaje de texto me invadió la tristeza, de golpe. En apariencia todo sigue igual a mi alrededor, sin grandes cambios. Pero hay una ausencia física que una sola vez en mi vida pude ver y tantas otras oír hasta que la piel se hizo gallina, hasta que la canción llegó a mi sol. Siempre presente, acompañando desde aquel mágico arte que elegí seguir. Me duele la muerte, quién sabe por qué. El ego traicionero que pretende más cada día. La conciencia que no soporta dar cuenta que los seres eternos pierden su cuerpo en el camino, liberándose del lastre, flotando ya en la atmósfera, dejando de buscarse en el umbral, mientras sigue la melodía. Y ayer le conté a mi hijo Mateo de seis años que Spinetta había muerto, “por suerte tenemos sus canciones papá”. Él me vino a explicar lo que yo aun hoy no puedo entender. Se fue un padre, uno de esos que se adoptan en los días de la vida. Y uno lo llora, en el silencio de su música.

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