martes, 19 de febrero de 2013

Bote

Vivir una vieja idea no es lo mismo que vivir un día cualquiera. Es ese tesoro que esta guardado para salir en el momento menos pensado que deja su estela como una estrella fugaz. A veces las ideas envejecen de tal forma que el portador ya nos las reconoce, o tal vez será al revés. Pero en algunas oportunidades las ideas dejan de ser ideas y se transforman en una aventura. Fue así como se presento el viernes pasado. Yo quería irme de campamento solo hacia algún lugar y buscando destino mediante google earth fue que me cruce al Pelado por el chat. Le conté mis ganas y juntos armamos un nuevo proyecto agarrado de esa vieja idea. Lo pase a buscar por su casa y nos fuimos al supermercado Jumbo, lugar donde había visto unos botecitos de oferta a ochenta pesos que para nuestra sorpresa ahora valían cincuenta. Compramos dos embarcaciones,  un inflador y un remo de dos paletas que desmontándolo podría convertirse en dos remos de una paleta. Fuimos hasta mi casa a preparar la mochila que me acompañaría, agua y algo de comida para el viaje al tiempo que Nahuel me enviaba un mensaje preguntando si podía pasar a buscar una pelota de futbol –sisi, venite ahora- le conteste. Situación ideal ya que vendría en auto y podría alcanzarnos hasta Balsa las Perlas que era nuestro punto de partida. Nahuel llego con el Gallo y nos fuimos los cuatro hacia la Balsa. Mientras inflábamos los botes los chicos se dieron unos chapuzones que acompañamos con una marrón fresquita. Cuando todo estuvo listo cargamos las mochilas, nos despedimos de los muchachos y partimos con la corriente. Previamente Nahuel había probado mi bote con resultados poco optimistas, se fue con la corriente sin poder apenas manejarlo, yo pensé que estábamos fritos pero seguí convencido de lo divertido que seria en cualquiera de sus formas. Al salir sentí una sensación que me acompañaría el resto del viaje, la liberación pura de ser agua que corre. Con el Pelado habíamos estado viendo el mapa del rio pero la verdad es que se ve muy diferente estando montado sobre él y recorrimos caminos que no teníamos planeados por que el rio tiene muchos brazos que se bifurcan constantemente para luego volver a unirse y eso genera contracorrientes constantemente que te llevan como nada. Así fue en un momento en el que venia muy pancho con las patas afuera, apenas remando y el Pela me grita –metele que acá corre fuerte!- el rio se dividía abruptamente y uno de los brazos me chupo –salta boludo!- atino a decirme. Yo pensé que estaba loco pero cuando mire a través del agua vi que apenas había setenta centímetros de profundidad pero con una terrible corriente que casi me voltea al apoyar los pies en las piedras que hacían de piso. Logre llevar el bote a la orilla y vislumbre al pelado que hacia lo mismo mas adelante por la otra margen, estábamos en una isla, la primera que habitamos de entre varias. Miramos descolocados sin saber que parte era esa, sin poder recordar bien el mapa y decidimos seguir por donde veníamos antes de que ese brazo me agarrara. Ahora estaba mas atento pero realmente era muy difícil no tentarse a mirar al horizonte al ras del agua y panchearla simplemente. Seguimos unos setecientos metros hasta toparnos con otra isla muy pequeña pero con una arena de mar que nunca pudimos explicarnos como era que estaba allí. En ese trayecto fue que se quebró uno de los empalmes del mango del remo de mi compañero, por lo que le quedo un remo cortito que le dejaría cierta huella en su mano. Pensamos en hacer noche en ese hermoso lugar pero nos hizo titubear el hecho de que había mucha agua “estancada” donde los mosquitos seguramente tendrían su arsenal y a parte todavía teníamos unas horas de sol como para seguir explorando. Mil metros mas adelante encontramos una isla de mayor tamaño poblada por álamos, sauces y varias especies de aves. Ahí decidimos hacer campamento luego de explorar un poco. Isla adentro encontramos un llano donde pasar la noche y hacer la fogata. Amarramos los botes, los descargamos y buscamos el lugar para hacer el fuego, los mates no podían esperar más. Mientras los preparaba el Pela se fue con su caña para ver si esta vez tenía suerte. Al ratito volvió súper excitado, yo pensé que traía una trucha o algún otro pez, pero no, para nuestra total sorpresa había encontrado semienterrado un especie de tótem de cerámica de unos veinte centímetros de alto. Que mierda hacia eso en un lugar como aquel? Nunca lo sabremos, tomamos esa señal como de buen augurio y algo más. Finalmente salieron los mates, sin pescado y mientras hacíamos la infusión una tira de asado a la parrilla con cebollas y berenjenas se cocían lentamente al tiempo que descorchábamos un cabernet sauvignon para que se oxigenara. Comimos muy bien aunque soportamos cierta crudencia por la poca capacidad calórica de las brasas de álamo. Los mosquitos ya comenzaban a mostrar los que seria nuestra noche. No habíamos llevado carpa y las estrellas se presentaban idealmente para dormir bajo su mirada. El Pela tenía su bolsa de dormir junto con el aislante, yo solo el aislante por que al salir olvide una manta que llevaría para suplir mi faltante de bolsa. En fin, no tenía nada, solo un buzo y mi bombacha de gaucho, medias y zapatillas. La noche era realmente de verano hasta que se levanto cierta briza en la que confiábamos como ahuyentadora de mosquitos. Hicimos otro fuego en la orilla del rio donde pasamos un rato hasta que nos visito el cansancio. Volvimos al centro de la isla para dormir y por un rato lo logramos. Cerca de las cuatro de la mañana me desperté cagado de frio por la caída del rocío, enseguida encendí un fuego para calentarme y el rato vislumbre en el horizonte que el día se aproximaba. El Pelado no estaba, se había ido a dormir a la orilla del rio por que los mosquitos lo habían liquidado, luego apareció con su frente llena de picaduras –la concha de su madre, esos mosquitos del ojete no me dejaron dormir nada-.Con la salida del sol tomamos unos mates con galletitas y pate. Luego de eso preparamos nuestros bolsos para partir de rio abajo. Al cargar las cosas en los botes notamos que el piso del bote amarillo estaba desinflado, la embarcación de mi compañero  mas que desinflada estaba pinchada pero no afecto significativamente al posterior viaje. Ema se tenía que volver a su casa al mediodía y mi idea era acompañarlo un poco por el rio mientras buscaba otra isla donde pasar el día por que mi intención era quedarme otra noche más en el Limay. Partimos temprano y fuimos haciendo paradas en algunas islas que nos topamos por el camino del agua. Hermosos lugares que guarda la naturaleza tan distintos al paisaje habitual de cemento citadino. Estábamos realmente perdidos en un momento en que el Pela me incito a cruzar todo el rio de derecha a izquierda, de Rio Negro a Neuquén, decisión acertadísima. Era el brazo más grande de unos ciento cincuenta metros de ancho y realmente fue tarea compleja de la cual salimos airosos. Luego de eso nos metimos en un paraíso donde una garza estaba esperándonos sobre un sauce, la imagen era perfecta ya que todo lo que la rodeaba era de un verde tan intenso que creí estar en un lugar fuera del tiempo pero no era muy habitable por la cantidad de arboles y plantas acuáticas que poblaban la zona. Decimos seguir otro poco dado que aun no encontraba el lugar para pasar el día. De repente vimos la ciudad a lo lejos y el balneario de rio grande a un kilometro de distancia donde posaban los cuerpos al sol. Doblamos en el primer brazo a la izquierda adentrándonos en una boscosa isla, queriendo escapar de todo vestigio humano. En ese mismo lugar, hacia un año justo habíamos pasado la despedida de soltero del Pelado, increíble. Unos metros más adelante nos despedimos luego de conversar un rato. Cuando el Pela se fue seguí en el bote un poco más y encontré un lugar para tirarme un rato. Parecía el embarcadero de una isla muy grande que esta habitada. El suelo era de piedras bocha con álamos a los costados haciendo de barrera natural. Allí me recosté a dormitar hasta que el furioso viento del oeste hizo volar a mi bote que por suerte tenía amarrado a uno de los álamos. Al despertar me dio hambre y comí una “ensalada de arvejas y choclo, dos hermosas latas que había llevado para la ocasión y que acompañe con galletitas. Luego me volví a dormir, aun estaba cansado del viaje y de la imposibilidad de dormir de la noche anterior. El sol me despertó pegándome fuerte en las piernas. Realmente hacia calor pero la briza era fresca y cuando corría enfriaba el cuerpo. Yo venia medio resfriado del campamento en le desierto que supimos hacer una semana antes pero el agua me llamaba y allí me zambullí, estaba helada, al menos para mi cuerpo caliente. Decidí seguir en el bote un poco mas, era hermoso navegar así, podría haberlo hecho mil horas seguidas pero de repente me adentre en la “civilización”. El rio te lleva y no hay manera de remar contra la corriente en una embarcación como esa. Ya estaba jugado, se acababa mi aventura pero realmente la había disfrutado a sobremanera. La gente me miraba como si fuera un naufrago, algunos reían, otros señalaban, yo solo pensaba en lo que había recorrido, en cada lugar y en ese dulce sabor que deja algo exquisito, repetible.

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